La Hipocresía de la Comunidad Internacional Frente al Sufrimiento de los Rehenes Israelíes

Autor: Nataniel Castaño

El 8 de febrero de 2025, el mundo fue testigo de la liberación, tras 491 días de cautiverio, de tres rehenes israelíes por parte de  los terroristas de Hamás. Ohad Ben Ami, Eli Sharabi y Or Levy fueron trasladados a Israel, donde quedaron bajo atención médica inmediata. Sin embargo, lejos de ser una celebración, la noticia ha desvelado una vez más la hipocresía de la comunidad internacional y de las organizaciones de derechos humanos, cuyo silencio ensordecedor contrasta con su habitual rapidez para condenar cualquier acción de Israel.

Pudimos ver con gran indignación el estado de los rehenes, demacrados y en condiciones deplorables, imágenes que nos hicieron recordar las vistas tras la liberación de los campos de concentración nazis. La liberación de estos ciudadanos israelíes no ha venido acompañada de ninguna crítica seria por parte de organismos internacionales ni de ninguna ONG que, en otras circunstancias, han sido portavoces sobre supuestas violaciones de derechos humanos cuando se trata del lado palestino. ¿Dónde están las voces que deberían denunciar la tortura, el maltrato y la violación de la Convención de Ginebra en este caso?

El intercambio que permitió la liberación de los tres rehenes israelíes incluyó la excarcelación de 183 prisioneros palestinos manchados de sangre por parte de Israel. A pesar de esto, el foco mediático ha seguido poniendo énfasis en el sufrimiento de los palestinos, mientras ignora deliberadamente las atrocidades sufridas por los secuestrados. La narrativa global sigue un patrón claro: el sufrimiento judío es minimizado, mientras que cualquier acción israelí, incluso en legítima defensa, es condenada de inmediato.

Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han demostrado una pasividad vergonzosa. Estas entidades, que constantemente publican informes sobre la situación en Gaza y critican la respuesta militar israelí, han omitido hasta ahora una condena enérgica sobre el trato inhumano que estos rehenes han recibido. En la misma línea, la ONU y la comunidad europea han mantenido un silencio absoluto, sin exigir responsabilidades a la banda terrorista Hamás por la manera en que ha retenido a civiles inocentes.

Este doble rasero no es nuevo, pero se hace cada vez más evidente. Cuando se trata de los palestinos, cualquier acción contra ellos es inmediatamente catalogada como una violación de los derechos humanos. Pero cuando los israelíes son las víctimas, el mundo mira hacia otro lado. No se trata de minimizar el sufrimiento de ningún pueblo, sino de exigir que las mismas normas se apliquen para todos. Si las organizaciones internacionales realmente buscan la justicia, deberían alzar la voz contra el abuso sistemático que sufren los rehenes israelíes.

El silencio cómplice de la comunidad internacional envía un mensaje claro: la vida judía vale menos a ojos del mundo. Es hora de desenmascarar esta hipocresía y exigir coherencia en la defensa de los derechos humanos. Si la comunidad internacional realmente cree en la justicia, que lo demuestre con hechos, y no con su vergonzosa pasividad ante el sufrimiento de los rehenes israelíes.