¿Quo Vadis, Medio Oriente?

Autor: David Telias

No sé a dónde va el Medio Oriente ni a esta altura pretendo saberlo, porque ya las mentes brillantes en su momento pronosticaron la “primavera de Teherán” y resultó en un invierno crudísimo de más de cuarenta y cinco años, y más cerca en el tiempo la “primavera árabe”, que terminó siendo un soplo de aire fresco que apenas si refrescó Túnez y se transformó en una tormenta de fanatismo islámico en casi todo el Medio Oriente.

Lo que quizás sí puedo saber es en qué espacio temporal de su historia está esta región que, desde hace cien años evoluciona en un proceso de configuración política que ha ido variando entre intereses y tensiones locales e internacionales variados.

Al inicio del proceso de descolonización de la región en los años veinte del siglo pasado, dos grandes corrientes ideológicas se disputaron el control de las tierras muy lentamente liberadas por las potencias europeas: el panarabismo o nacionalismo árabe, y el panislamismo o nacionalismo islámico. A su vez dentro de cada una de ellas se fueron desarrollando corrientes disímiles e incluso en algún caso antagónicas.

En el caso panárabe se constituyeron por un lado las monarquías, siendo Arabia Saudita el exponente mayor, y las repúblicas con Egipto a la cabeza, y entre ellas un conflicto no explícito que la historiografía ha llamado de guerra fría interárabe y cuyo episodio quizás más trágico fue en setiembre de 1970, cuando la monarquía Haschemita de Jordania exterminó a miles de palestinos que, alentados por la república siria desafiaban y socavaban el poder del rey.

Dentro del panislamismo emergieron las corrientes sunitas, impulsadas por sus principales ideólogos el egipcio Sayyd Qutb y el paquistaní Abu Alá Mawdudi (básicamente la Hermandad Musulmana). El primero murió en la horca a la que lo condenó el arabista republicano Gamal Abdel Nasser. El segundo fue el inspirador ideológico del nacimiento de Pakistán en 1947 en donde vivió hasta su muerte en 1979, momento en el que la corriente chiíta del panislamismo llegaba al poder en Irán con el Ayatolá Ruhollah Jomeini y rápidamente tiraba por tierra cualquier esperanza de “primavera” en Teherán.

Todas estas corrientes e ideologías han tenidos siempre un factor común. Su oposición vital al sionismo y la creación del Estado de Israel. Al que juntos y por separado han intentado derrotar desde los años treinta del siglo XX hasta la actualidad casi sin descanso, y una y otra vez han fracasado.

Impulsadas por las potencias centrales del mundo, las corrientes panárabes se fueron imponiendo en el poder frente al islamismo en casi todos los países de la región. El enriquecimiento que significó para estos países la crisis del petróleo de los años 70, llevó a una especie de acuerdo tácito entre arabistas e islamistas sunitas, financiando con petrodólares la acción de estos grupos en zonas como Afganistán, luchando contra los soviéticos, y en la mismísima Europa, impulsando la creación de mezquitas y madrazas coránicas para impedir la asimilación total de los inmigrantes africanos y del Medio Oriente musulmanes que llegaban en busca de un bienestar económico que jamás tendrían en sus inmensamente ricos países.

Mientras los Estados arabistas, monarquías y repúblicas. fracasaban una y otra vez en su intención de borrar a Israel del mapa, y sometían a sus pueblos a la pobreza y la ignorancia, los islamistas sunitas expulsaban a los soviéticos de Afganistán, y creaban escuelas, comedores y hasta daban atención médica a una población a la cual, lo único que le pedían a cambio, era acercarse a su reinterpretación de las enseñanzas del Corán.

Y si una perla le faltaba al islamismo para estar completos, el triunfo de la Revolución Islámica en Irán en 1979 y su consolidación en el poder tras ganar la guerra contra Irak en 1988, demostró que no solo podía ser un movimiento social, sino que era capaz de ejercer el poder político sin limitación alguna. Ya desde 1982 con Hezbolá, los ayatolás comenzaron a difundir una nueva idea de la expansión islamista, ya no en Afganistán o Europa, sino en el propio mundo árabe y musulmán y, mientras Egipto y Jordania hacían la paz con Israel, y “traicionaban” la causa palestina, Irán se apropiaba de ella y se transformaba en el mayor desafío para los gobiernos panárabes del Medio Oriente.

Se consolidó así la otra guerra fría, la de nacionalistas islámicos contra nacionalistas árabes. E Israel dejó de ser el enemigo común, para ser el único que puede frenar la expansión islamista y evitar así el fin de los gobiernos árabes.

Lo que empezó el viernes 13 de junio de 2025 debería ser el golpe definitivo de Israel al islamismo iraní y la salvación de los regímenes nacionalistas árabes del Medio Oriente.

De eso se trata todo lo que está ocurriendo desde el 8 de octubre de 2023 hasta hoy. Un día antes, Irán envío a sus proxys a que generen la cancelación de la alianza por conveniencia que desde 2017 se empezaba a gestar entre Israel y los países árabes en su contra. Y en estos 20 meses se encontró con un Israel decidido a ir hasta el final. Al todo o nada.

¿Hacia dónde va el Medio Oriente? No lo sé, no me animo a predecirlo. Será una etapa nueva. La lucha entre islamistas y arabistas parece estar llegando a su fin.

¿Vendrá la paz entre Israel y sus vecinos? Quizás sí. Pero por las dudas no nos ilusionemos demasiado.

Fuente: https://tumeser.com/

Asociación Asturiana de Amigos de Israel
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