Esta operación marca una nueva fase, no solo militar, sino también estratégica. Las ambiciones de Irán ya no son hipotéticas. El peligro está aquí, y la disyuntiva era entre la prevención y el arrepentimiento.

Por ZVIKA KLEIN
Poco después del amanecer del viernes, Israel lanzó un ataque militar selectivo en territorio iraní. La operación, largamente planeada, se desencadenó por un cambio drástico en el programa nuclear de Teherán y la creciente sensación entre el estamento de defensa israelí de que el tiempo se había agotado.
Irán había superado un umbral crítico. Las evaluaciones de inteligencia mostraban que el régimen había enriquecido suficiente uranio para producir aproximadamente 15 ojivas nucleares y estaba realizando pruebas activamente. El ritmo, el alcance y la intención habían cambiado. Lo que antes se describía en términos abstractos —potencial, capacidad, intención— se había convertido en una realidad operativa.
Este cambio no se produjo de forma aislada. Se produjo junto con crecientes indicios de que Irán estaba transfiriendo armamento avanzado y orientación estratégica a sus aliados, en particular Hamás y Hezbolá. Descubrimientos recientes en Gaza incluían componentes y materiales que apuntaban directamente al apoyo iraní, incluyendo la coordinación de ataques en múltiples frentes. Teherán no solo estaba construyendo una bomba; estaba desarrollando un plan.
Según fuentes militares de alto rango, la operación recibió luz verde cuando convergieron tres elementos: la rápida aceleración del programa nuclear, la evidencia tangible de la consolidación de la doctrina de guerra regional de Irán y la reducción del margen de maniobra para una acción efectiva. Desde la perspectiva de quienes planeaban el ataque, este era el último momento para actuar antes de que la ventaja de inteligencia y operativa de Israel comenzara a erosionarse.
El objetivo no era eliminar por completo el proyecto nuclear iraní. Nadie en las Fuerzas de Defensa de Israel cree que eso sea posible de un solo golpe. La misión se diseñó para retrasar, interrumpir y señalar, tanto a Teherán como a otras capitales observadoras, que las líneas rojas de Israel no son retóricas.
Los funcionarios israelíes se están preparando para un conflicto más amplio
Esta vez, sin embargo, existe un creciente reconocimiento de que lo que sigue podría no parecerse a las rondas anteriores. Podría durar más. Podría ser más letal. Las autoridades israelíes se preparan para un conflicto más amplio, uno que podría desarrollarse en múltiples frentes, desde el Líbano hasta Yemen, Siria y Gaza. El Comando del Frente Interno ya ha modificado sus protocolos. Los estacionamientos subterráneos están abiertos. Las escaleras ya no se consideran seguras. Las habitaciones y los refugios reforzados son el nuevo estándar mínimo.
A diferencia de enfrentamientos anteriores, donde la disuasión se restableció mediante un rápido intercambio de disparos, el momento actual se percibe diferente. Hay mucho más en juego. Los márgenes de error son menores. Y el riesgo de error de cálculo, por ambas partes, es real.
Esta operación marca el inicio de una nueva fase, no solo militar, sino también estratégica. Las ambiciones de Irán ya no son hipotéticas. El peligro está presente, y la disyuntiva era entre la prevención y el arrepentimiento.
Durante años, los líderes israelíes han afirmado que no permitirían que Irán se convirtiera en una potencia nuclear. El viernes por la mañana, esa política se puso a prueba. Y esta vez, Israel no se inmutó.
Fuente: https://www.jpost.com/israel-news/article-857582