Autor: Nataniel Castaño
¿Cuándo nace el término «pueblo palestino»? ¿Cuál es la historia de ese pueblo? ¿Cuál era el país donde vivían, cuál su capital, sus legados históricos (literatura, artesanía, etc.)? ¿Cuál era su moneda? ¿Tiene este pueblo algún vínculo con el término «Palestina»? Algunas de estas preguntas tienen respuesta; otras, lamentablemente, no.
El nombre en latín “Palaestina” proviene del griego “Palaistine”, derivado a su vez del término hebreo “peleshet”, utilizado en la Torá para referirse a los filisteos. Esta palabra proviene del verbo hebreo “pelesh”, que significa «invasor». En ese sentido, la única conexión entre los filisteos y los palestinos actuales podría ser el hecho de que ambos llegaron a estas tierras desde otros lugares. Los filisteos eran un pueblo de origen egeo, no semita, que apareció alrededor del año 1200 a.e.c. Establecieron cinco ciudades independientes en la costa sur de Canaán, pero con el tiempo desaparecieron como pueblo. Algunas de sus ciudades han perdurado hasta hoy con nombres similares: Gaza, Ashdod, Ascalón. Pero no eran árabes, ni semitas, ni compartieron un nexo étnico o lingüístico con los árabes.
En el siglo II de la era común, tras sofocar la revuelta de Bar Kojbá, los romanos intentaron borrar toda huella judía en la región de Eretz Israel (Israel y Judea) y renombraron el territorio como “Palaestina”. Este nombre, originalmente impuesto para redefinir la región bajo control romano, con el tiempo se convirtió en el término geográfico utilizado para describir la zona conocida hoy como Palestina.
Aunque lo romanos mataron a muchos judíos y vendieron como esclavos a otros muchos, las comunidades judías nunca desaparecieron de la región. En el siglo XIX, el escritor Mark Twain visitó la misma y la describió así en su narrativa “Los inocentes en el extranjero” (1867):
«Un país desolado cuyo suelo es bastante rico, pero cubierto enteramente por maleza: una extensión callada y triste. La desolación es tal que ni siquiera la imaginación puede congraciarse con el esplendor de la vida y la acción. Nunca vimos a un ser humano en toda la ruta. Apenas si había un árbol o arbusto en alguna parte. Hasta los olivos y los cactus, esos constantes amigos de los suelos más pobres, casi han desertado del país”.
A partir de finales del siglo XIX y hasta 1948, hubo una creciente inmigración árabe a la región, atraída por el desarrollo económico impulsado por los inmigrantes judíos. Entre 1936 y 1945, al menos 100.000 árabes se establecieron en esa región buscando oportunidades laborales. Dado este origen diverso, la idea de una identidad nacional palestina consolidada en aquel tiempo era inviable. Lo que sí unió a estas poblaciones fue el rechazo a la presencia judía, tanto autóctona como inmigrante. Por ello, los árabes rechazaron el plan de partición de la ONU en 1947. y prefirieron recurrir a la guerra antes que la creación de dos estados, uno árabe y otro judío.
La Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina (UNRWA), creada en 1949, estimó en 726,000 los refugiados árabes que abandonaron sus hogares, muchos de ellos instigados por líderes árabes con la promesa de «arrojar a los judíos al mar». Actualmente, la UNRWA estima la cifra de refugiados en más de 5 millones, una increíble impostura aritmética que utiliza el efecto multiplicador que tiene en cuenta la descendencia resultante de las uniones interesadas con súbditos encontrados en Jordania, el Líbano, Siria, Egipto etc…
¿Quién es el beneficiario de todo esto? ¿Qué intereses existen para perpetuar la condición de refugiado a gente que a lo mejor hubieran deseado que los instrumentalicen menos? El testimonio de Tibor Mende, publicado en el diario ”Le Monde” el 21 de abril de 1951 es buena muestra de ello:
“…uno de los jóvenes burócratas generosamente pagado y que la UNWRA mantiene en Beirut, uno de esos funcionarios internacionales cuyo idealismo se aferra obstinadamente con ilusiones me contaba que hace unos meses había organizado en uno de los campamentos de refugiados el cultivo de legumbres alrededor de las tiendas. Tener ocupados a esa gente a la vez que añadir a sus magras raciones algunas legumbres frescas le había parecido una excelente idea. Unas semanas más tarde llegaba desde el cuartel general una severa reprimenda: “Parar inmediatamente la operación cuadrado de legumbres”. “¿La razón?”, pregunté deseoso de obtener alguna aclaración… La respuesta: “Eso huele a integración”.
El “pueblo palestino” emergió como entidad nacional después de la Guerra de los Seis Días en 1967, cuando Israel tomó el control de Cisjordania y Gaza, acabando con la aspiración del mundo árabe de destruir Israel por la vía militar. La OLP fue promovida como un movimiento nacional con una estrategia política y terrorista, logrando modificar la percepción internacional sobre el conflicto. Se trata de la primera campaña publicitaria política internacional, campaña ganada totalmente por los árabes.
El testimonio de Walid Shoebat, ex miembro de la OLP, es esclarecedor:
“¿Por qué el 4 de junio del 1967 yo era un jordano y de repente al día siguiente me transformé en un palestino? A nosotros no nos importaba que hubiera un gobierno jordano. La destrucción de Israel era la enseñanza que debíamos lograr, era parte definida en nuestro currículum, pero nos considerábamos a nosotros mismos como jordanos hasta que los judíos regresaron a Jerusalén. Entonces improvisadamente todos éramos palestinos —quitaron la estrella de la bandera de Jordania y en un momento tuvimos la bandera palestina. Cuando finalmente me di cuenta de las mentiras y mitos que me enseñaron, es mi deber como persona honesta desenmascararlos”.
Hoy, tanto la Autoridad Nacional Palestina como Hamás intentan construir una narrativa histórica basada en falsedades y manipulaciones. Sin embargo, la clave para el futuro de la región radica en la posibilidad de que los líderes palestinos opten por el desarrollo económico y la convivencia pacífica en lugar del conflicto perpetuo. Israel, a pesar de las presiones internacionales, sigue siendo el actor clave en cualquier posible solución. Si los líderes palestinos eligen el camino del desarrollo en lugar del odio, podrían transformar la región en un centro de prosperidad en Oriente Medio. Pero, por ahora, seguimos viendo una lucha cimentada en la hostilidad en lugar de la construcción de un futuro común.