Los asesinatos fuera del museo eran previsibles: ese es el problema

A pesar de las señales de advertencia, la sociedad y los organismos encargados de hacer cumplir la ley no reconocen ni se preparan para la violencia alimentada por el antisemitismo.

Autor: Omar Mohammed

El asesinato de dos miembros del personal de la embajada de Israel en las escaleras del Museo Judío Capital en Washington, DC, no debe dejar lugar a ninguna ambigüedad: no fue solo un acto atroz de violencia sino un momento decisivo en el cambiante panorama del extremismo antisemita en los Estados Unidos.

Las víctimas —una joven pareja que asistía a un evento profesional organizado por el Comité Judío Americano— fueron asesinadas a tiros en una ciudad que alberga no solo símbolos de poder, sino también instituciones encargadas de prevenir exactamente este tipo de ataques.

Según las autoridades, el sospechoso, Elías Rodríguez , un hombre de 31 años de Chicago, caminaba cerca del museo antes de abrir fuego contra un grupo que se encontraba afuera. Tras el tiroteo, supuestamente entró al edificio, gritó «¡Palestina libre!» y fue arrestado. La policía, junto con agentes del FBI y fiscales federales, investiga el ataque como un probable delito de odio. Sin embargo, el contexto general ya es alarmantemente claro para quienes estudian el extremismo.

En los últimos dos años, Estados Unidos ha presenciado una normalización sin precedentes de la retórica antisemita en los ámbitos político, cultural y digital. Lo que antes era un discurso encubierto o marginal se ha incorporado cada vez más al discurso general, sobre todo entre los jóvenes, donde la radicalización en línea suele camuflarse en el lenguaje del activismo. La línea que separa la crítica legítima a Israel del odio manifiesto a los judíos se está desdibujando a un ritmo alarmante, a menudo en espacios donde más se necesita claridad moral.

El extremismo se fusiona con el antisemitismo

El cambio más preocupante no se limita a las palabras, sino a los hechos. El tipo de violencia que presenciamos en Washington no surge de la nada. Evoluciona progresivamente, ideológica y socialmente, hasta que alguien decide actuar. Quienes actúan a menudo creen que están corrigiendo un error, cumpliendo con un deber o logrando una justicia distorsionada. Esa es la psicología del extremismo, y cada vez más se fusiona con el antisemitismo.

En mis años de estudio del terrorismo y el extremismo, incluyendo el colapso de la autoridad estatal bajo el ISIS, una lección se ha mantenido constante: los incidentes violentos rara vez ocurren sin previo aviso. Si bien este ataque se produjo sin una alerta explícita, todos los indicadores estaban presentes. Las fuerzas del orden y las agencias de inteligencia han reconocido la creciente amenaza de actores solitarios impulsados ​​por reivindicaciones ideológicas, especialmente aquellos inmersos en ecosistemas radicales en línea. Sin embargo, nuestras estructuras de respuesta no han seguido el ritmo de la velocidad y la naturaleza de la radicalización.

En este caso, el atacante no necesitó cruzar fronteras ni construir una red. Solo necesitaba una idea, acceso a un arma y una reunión simbólica de supuestos enemigos. En el contexto actual, eso basta. Y cuando incluso las embajadas e instituciones judías en una capital se vuelven vulnerables, es señal de que la estructura de disuasión ya no funciona.

Una advertencia estratégica

Este ataque no es solo una tragedia nacional. Es una advertencia estratégica. El ataque contra personal israelí en Washington, a pocas cuadras de la oficina local del FBI y la sede de la Fiscalía Federal, revela la ambición de la violencia ideológica actual: proyectar miedo, deslegitimar y desestabilizar mediante el espectáculo.

No es casualidad que el ataque ocurriera en un evento destinado a promover la cooperación internacional entre profesionales judíos y diplomáticos. Tampoco es insignificante que el tirador vinculara explícitamente sus acciones con agravios geopolíticos. Esto refleja una tendencia más amplia: individuos radicalizados por conflictos globales que buscan blancos locales para generar un efecto simbólico. Esto ocurre en Europa, Oriente Medio y África. Ahora se está produciendo en suelo estadounidense con mayor frecuencia.

Este momento exige más que una simple condena. Exige un enfoque recalibrado para contrarrestar el extremismo, que reconozca cómo el antisemitismo funciona tanto como catalizador ideológico como vector táctico de la violencia.

Seguimiento de tendencias ideológicas

Debemos invertir en sistemas de alerta temprana que detecten tendencias ideológicas, no solo amenazas operativas. Debemos replantearnos cómo se difunde el contenido radical en línea, a través de plataformas conocidas y canales encriptados y marginales. También debemos capacitar a las instituciones educativas, cívicas y religiosas para que reconozcan y respondan a la normalización del odio, especialmente entre los jóvenes.

Igualmente importante es una mayor claridad en las definiciones y coherencia institucional al abordar la retórica extremista. Cuando la expresión antisemita se confunde con la crítica política o se oculta bajo la apariencia de activismo, crea una ambigüedad que perjudica tanto la comprensión pública como la respuesta política. Esta ambigüedad fomenta entornos permisivos donde las reivindicaciones ideológicas pueden escalar sin control y convertirse en violencia.

Las personas asesinadas en Washington eran personal diplomático que cumplía con sus deberes profesionales rutinarios. Fueron atacadas no por actos personales, sino por lo que representaban. Esta forma de violencia simbólica, arraigada en una fijación ideológica, ha sido durante mucho tiempo una característica de la acción extremista. En esta etapa, la existencia de la amenaza es indiscutible. La cuestión urgente es si los marcos jurídicos, institucionales y sociales existentes están preparados para responder con la rapidez y claridad que exige el entorno actual.

Fuente: https://blogs.timesofisrael.com/the-murders-outside-the-museum-were-foreseeable-thats-the-problem/

*El Dr. Omar Mohammed es un historiador de Mosul, conocido recientemente como el bloguero anónimo «Mosul Eye». A través de Mosul Eye, Omar se propuso informar al mundo sobre la vida en su ciudad bajo el dominio del Estado Islámico. Dirige la Iniciativa de Investigación sobre Antisemitismo del Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington. Presenta la serie de podcasts «Mosul y el Estado Islámico», que narra historias inéditas del régimen de terror del Estado Islámico, la búsqueda de justicia tras sus consecuencias y la constante lucha de los habitantes de Mosul por un futuro mejor. Además, presenta «36 Minutos sobre Antisemitismo», una serie que analiza el auge del antisemitismo en todo el mundo, con la participación de legisladores y funcionarios de todo el mundo.

Asociación Asturiana de Amigos de Israel
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