Es teatro político en su máxima expresión y otro ejemplo de la absoluta inutilidad de las Naciones Unidas.
Por JPOST EDITORIAL
Tom Fletcher debe dimitir. El subsecretario de ayuda humanitaria de la ONU, encargado de supuesta imparcialidad y precisión en las crisis globales, ha demostrado una vez más ser indigno del cargo que ocupa. Sus recientes acusaciones incendiarias contra Israel, en concreto las de que somete a Gaza a una «hambruna forzada», un crimen de guerra, no solo carecen de fundamento, sino que son peligrosamente irresponsables.
En una entrevista con la BBC publicada el viernes, Fletcher afirmó que Israel está privando de alimentos deliberadamente a la población de Gaza, lo que implica crímenes de guerra intencionales. «Se clasifica como crimen de guerra», dijo, y añadió que los tribunales y la historia juzgarán en última instancia. Estas no son palabras pequeñas. Tienen peso. Pueden avivar el conflicto. Pueden distorsionar el discurso internacional. Y deben basarse en hechos, no en fervor ideológico ni agendas personales.
Fletcher no es nuevo en la exageración. La semana pasada, se vio obligado a retractarse de una afirmación falsa e histérica de que 14.000 bebés podrían morir en 48 horas si no se permitía la entrada de ayuda a Gaza. La propia ONU aclaró posteriormente que la cifra, tomada de una proyección anual sobre la desnutrición, estaba gravemente tergiversada. Fletcher admitió que estaban «desesperados por conseguir esa ayuda», por lo que flexibilizaron sus criterios de precisión. Eso no es desesperación. Es engaño.
Aunque Israel ha abierto corredores de ayuda y colaborado con la Fundación Humanitaria de Gaza, respaldada por Estados Unidos, para permitir el paso de suministros, Fletcher se ha negado a reconocer ningún progreso. Tampoco ha dicho una sola palabra sobre los obstáculos reales que plantea Hamás. El grupo terrorista secuestra rutinariamente convoyes de ayuda, los desvía a sus propios almacenes y vende alimentos a precios exorbitantes a una población hambrienta. Esta es una catástrofe humanitaria creada por Hamás, pero Fletcher aún no la ha reconocido.
En cambio, culpa completamente a Israel. No menciona a los rehenes israelíes que aún se consumen en cautiverio de Hamás. No reconoce el abuso de la infraestructura humanitaria por parte del grupo terrorista. No condena el uso de escudos civiles por parte de Hamás. Simplemente critica implacable y miope al único bando en esta guerra que es a la vez una democracia y un Estado miembro de la ONU.
Es teatro político en su máxima expresión y otro ejemplo de la absoluta inutilidad de las Naciones Unidas.
Fletcher incluso llegó al extremo, en su entrevista con la BBC, de pedir al primer ministro Benjamin Netanyahu que «desautorizara» las palabras del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, quien sugirió que la gente de Gaza podría estar inclinada a reubicarse en otros países. Ese comentario, por crudo e inútil que parezca, es ahora utilizado por el subsecretario de ayuda humanitaria como «prueba» de una política de desplazamiento forzado, otro supuesto crimen de guerra. Pero ¿dónde está la misma furia justificada ante los crímenes de guerra reales y documentados de Hamás? ¿Dónde está la voz de Fletcher cuando se trata de los 1200 israelíes y otros asesinados el 7 de octubre, o de los rehenes que siguen siendo torturados en Gaza?
La vaga relación de Tom Fletcher con la verdad
Quizás lo más ridículo de todo fue la reciente declaración de Fletcher a la CNN de que «10.000 camiones de ayuda» estaban «despachados y listos para partir» en la frontera de Gaza. Cuando incluso la veterana periodista Christiane Amanpour parpadeó con incredulidad, Fletcher redobló la apuesta. Las autoridades de defensa israelíes respondieron con rapidez.
“No hay 10.000 camiones esperando para entrar en Gaza”, dijeron. “Lo que sí hay son cientos de camiones de ayuda que la ONU no ha recogido del lado gazatí… después de que les dimos muchas rutas para distribuir la ayuda de forma segura”.
Fletcher no solo se equivoca, sino que se equivoca peligrosamente. Es un hombre con una plataforma global, que supervisa una de las crisis humanitarias más delicadas del mundo. No puede permitirse el lujo de ser impreciso con sus palabras ni engañoso con los hechos. Y, sin embargo, esto ya es un patrón. Un patrón de culpabilización sin equilibrio. Un patrón de distorsión. Un patrón de omisión en lo que respecta a Hamás y de difamación en lo que respecta a Israel.
La actividad de la ONU no puede ser liderada por alguien que considera la verdad como negociable y los hechos como opcionales. Hay mucho en juego. La presencia continua de Fletcher daña la credibilidad del organismo mundial, socava su imparcialidad y envalentona a quienes explotan las crisis humanitarias para obtener rédito político.
Tom Fletcher debería dimitir. Su conducta ha cruzado la línea entre la negligencia y la desinformación activa. La ONU no puede permitirse ser representada por alguien que siembra confusión, exacerba tensiones y ve la injusticia de forma selectiva.
Tom Fletcher debe dimitir.