La psicología debe ser parte de la solución para detener el antisemitismo, junto con la educación, porque el antisemitismo se propaga a través del impacto psicológico de la desinformación.
Autora: MALKA SHAW

En escuelas, lugares de trabajo e instituciones públicas, los esfuerzos de la diáspora, especialmente en Estados Unidos y Canadá, para abordar el creciente antisemitismo se están haciendo más visibles. Se están lanzando programas educativos, emitiendo comunicados y actualizando los planes de estudio. Estos son pasos adelante bien intencionados.
Pero aún falta algo esencial.
No podemos combatir el antisemitismo con marcos puramente históricos o políticos. El problema es más antiguo, más profundo y está mucho más arraigado emocionalmente de lo que muchos creen. El antisemitismo no se propaga simplemente por falta de información.
Se propaga por el impacto psicológico de la desinformación. Ofrece certeza en tiempos caóticos. Convierte la incomodidad en culpa. Da a las personas un sentido de pertenencia al proyectar dolor y culpa.
Las estrategias actuales para combatir el antisemitismo no funcionan
Es evidente que debemos cambiar el rumbo de nuestras operaciones en este ámbito. Hemos fracasado. El antisemitismo está en aumento, no disminuyendo. Las estrategias actuales no están a la altura de la situación. Necesitamos un cambio de paradigma en nuestra forma de abordar la educación sobre el antisemitismo: uno basado en la comprensión emocional, la fluidez cultural y la comprensión psicológica.
La mayoría de los programas actuales se centran en el Holocausto, los actos de violencia o las leyes contra los delitos de odio. La política y la historia son importantes, pero incompletas. A menudo presentan la identidad judía solo a través de la lente del trauma. Lo que a menudo se omite es la riqueza de la vida judía, incluyendo sus valores, contribuciones y cosmovisión fundamental.
El judaísmo es mucho más que una reacción a la persecución. Es una tradición viva, moldeada por la responsabilidad, la reparación moral, la obligación comunitaria y el cuestionamiento de lo sagrado. Estos valores han influido en la sociedad durante generaciones, pero también son los mismos rasgos que se distorsionan en las narrativas antisemitas .
El compromiso con la educación se convierte en control de la información. La reverencia por la tradición se replantea como una negativa a conformarse con la asimilación. La resiliencia y la identidad judías se distorsionan como conspiración o privilegio.
Si no enseñamos qué es el judaísmo (qué creen, practican y aportan los judíos), creamos un vacío.
Ese espacio suele estar lleno de interpretaciones basadas en el miedo y mitos reciclados. Aquí es donde comienza la manipulación de los valores e ideologías judías. Es donde la distorsión se arraiga y empieza a sentirse emocionalmente verdadera.
El aprendizaje más efectivo es a través del diálogo
No se trata solo de lo que enseñamos, sino también de cómo lo enseñamos. El aprendizaje más efectivo no se da en conferencias ni en presentaciones. Se da en el diálogo. Requiere talleres interactivos donde las personas puedan reflexionar, hacer preguntas y afrontar la incomodidad en tiempo real.
También se necesita un facilitador que entienda cómo emociones como la vergüenza, la culpa y la actitud defensiva aparecen en estas conversaciones, así como alguien que conozca los matices de todos los aspectos de la vida judía.
Por eso los profesionales de la salud mental deberían participar en esta labor. No porque el antisemitismo sea un diagnóstico, sino porque actúa mediante mecanismos psicológicos. Se propaga incluso en entornos con un alto nivel educativo porque refleja necesidades emocionales insatisfechas.
La propaganda funciona ofreciendo respuestas sencillas en tiempos de incertidumbre. Cuando las personas se sienten abrumadas, son más propensas a aceptar narrativas que alivian la tensión interna, incluso si estas se dirigen a otros.
Si queremos que nuestros esfuerzos educativos sean prácticos, deben incorporar principios basados en el trauma y perspectivas psicológicas. También deben incluir una visión completa y honesta de la vida judía.
Esto significa no sólo nombrar el daño causado a los judíos, sino también honrar lo que las comunidades judías han construido, ofrecido y sostenido.
La identidad judía no se trata solo de supervivencia. Se trata de significado, ética, creatividad y una larga historia de contribución a la humanidad. Si queremos que las personas comprendan verdaderamente el antisemitismo, debemos ayudarlas a comprender qué se ataca y por qué, así como enseñarles habilidades para reconocer la manipulación y, sobre todo, cómo les afecta.
No se trata solo de proteger a los judíos. Se trata de crear aliados. Necesitamos llegar a la población no judía de maneras que les hagan preocuparse, no solo obedecer. Eso implica desarrollar formatos que fomenten la curiosidad, la conexión y la relevancia emocional.
La educación sobre el antisemitismo debe dejar de predicar a quienes ya lo saben y empezar a involucrar a quienes nunca han sido invitados a comprender. No podemos permitirnos quedarnos en la superficie. Si queremos un futuro diferente, tenemos que profundizar. Ya estamos fracasando. El aumento del antisemitismo lo demuestra.
Es hora de cambiar la perspectiva, no solo el contenido. Las organizaciones de Norteamérica deben empezar a trabajar juntas, aunando recursos, experiencia y estrategias para generar un cambio unificado y significativo. Las nuevas soluciones requieren una nueva forma de pensar.
Fuente: https://www.jpost.com/
*La autora es terapeuta de trauma con licencia en Nueva Jersey, Nueva York y Florida, así como la fundadora de Kesher Shalom Projects, que se centra en la resiliencia judía y la educación con información psicológica.