El libelo de sangre de Damasco: una lección histórica sobre los peligros de la desinformación

La circulación de noticias falsas no es un fenómeno exclusivo de la era digital. Mucho antes del auge de las redes sociales, las sociedades ya enfrentaban las consecuencias devastadoras de la desinformación. Un ejemplo especialmente impactante es el Libelo de Sangre de Damasco de 1840: una acusación infundada que desató una ola de persecución antisemita con consecuencias trágicas.

Un documento recientemente redescubierto en el Museo de la Alianza —una institución dedicada a la preservación del patrimonio judío vinculado a la Alianza Israélite Universelle— ofrece una nueva perspectiva sobre este episodio. Más allá de su valor histórico, este hallazgo sirve como una advertencia inquietante sobre cómo las falsedades dirigidas a las comunidades judías han desencadenado violencia real y duradera.

El libelo de sangre de Damasco: desinformación como arma

En febrero de 1840, el fraile capuchino francés Thomas desapareció en Damasco. La respuesta no fue una investigación objetiva, sino la propagación de una calumnia ancestral: que los judíos lo habían asesinado para utilizar su sangre con fines rituales. Este mito, conocido como “libelo de sangre”, había circulado desde la Edad Media y carecía de toda base factual. Sin embargo, volvió a surgir con fuerza, esta vez con el respaldo de autoridades locales y diplomáticos extranjeros.

Líderes de la comunidad judía fueron arrestados, sometidos a torturas brutales y obligados a confesar crímenes inexistentes. Varios murieron durante el proceso, mientras que otros permanecieron encarcelados durante meses. La acusación, lejos de ser una aberración aislada, fue instrumentalizada políticamente por figuras como el cónsul francés en Damasco para fomentar el antisemitismo y consolidar poder.

La mentira no tardó en extenderse más allá de las fronteras sirias, encontrando eco en Europa y otras regiones del Imperio Otomano. Aunque figuras prominentes como Moses Montefiore y Adolphe Crémieux intervinieron para lograr la liberación de los prisioneros, las secuelas fueron profundas. Las falsas acusaciones sembraron un precedente que inspiraría nuevos brotes de violencia antisemita en los años siguientes.

Desinformación antes y ahora

En el siglo XIX, la desinformación se propagaba a través de rumores, documentos diplomáticos y panfletos impresos. En la actualidad, su difusión es más rápida, global e inmediata. Las redes sociales, impulsadas por algoritmos que priorizan la viralidad por encima de la veracidad, han convertido la desinformación en un fenómeno mucho más difícil de contener.

El antisemitismo digital moderno reproduce muchos de los tropos de siglos anteriores. Entre ellos, destacan:

  • Teorías conspirativas sobre el control judío, que acusan a los judíos de manipular gobiernos, bancos o medios de comunicación.
  • Resurgimiento del libelo de sangre, en forma de mitos sobre rituales secretos o intenciones maliciosas atribuidas falsamente a los judíos.
  • Negacionismo histórico, que intenta minimizar o incluso negar el Holocausto y otros episodios de persecución.

Estas ideas, aunque disfrazadas con un nuevo lenguaje y formato, siguen apelando a emociones básicas como el miedo y la desconfianza. La repetición constante de estos mensajes crea una atmósfera de sospecha y odio que puede traducirse en actos de violencia reales.

Una advertencia del pasado

El documento hallado en el Museo de la Alianza no solo proporciona información inédita sobre el caso de 1840, sino que también actúa como un espejo para el presente. La historia demuestra que las mentiras antisemitas, si no se confrontan, pueden consolidarse en la conciencia colectiva y generar consecuencias trágicas.

La lucha contra la desinformación requiere una respuesta coordinada: desde las plataformas digitales que deben asumir su responsabilidad, hasta los sistemas educativos y las iniciativas comunitarias que pueden enseñar a reconocer y desmantelar teorías conspirativas. Identificar los patrones históricos permite estar mejor preparados para detener su repetición.

El libelo de sangre de Damasco es una advertencia atemporal. Aunque las herramientas han cambiado —publicaciones virales en lugar de panfletos, bots en lugar de emisarios—, el mecanismo es el mismo: la desinformación que no se combate a tiempo se convierte en violencia. Comprender cómo se forjaron estas narrativas en el pasado no es solo un ejercicio académico: es una necesidad urgente para salvaguardar la verdad y proteger a las comunidades del odio persistente.

Fuente: Fighting Online Antisemitism

Asociación Asturiana de Amigos de Israel
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