¿Conducta peligrosa o antisemitismo?

Autor: Nataniel Castaño

Lo que debía ser el broche de oro de un campamento de verano se tornó en una humillación injustificada y un desalojo polémico. El pasado miércoles, 23 de julio, cerca de 50 menores judíos franceses fueron obligados a abandonar un vuelo de Vueling en el aeropuerto de Valencia. ¿El motivo, según los afectados? Hablar en hebreo, sin gritos, sin insultos, sin alteración del orden público aparente. Una acción que es inexplicable sin considerar una motivación antisemita. 

Ahora, los medios se hacen eco de la versión oficial de Vueling y la Guardia Civil. Aseguran que hubo un «comportamiento disruptivo»: manipulación de material de emergencia, interrupción de la demostración de seguridad y desobediencia reiterada, todo ello poniendo en riesgo la operativa del vuelo. Esta es la narrativa que se nos presenta.

Sin embargo, en la era actual, donde cualquier pequeño percance dentro de un avión se viraliza en cuestión de segundos, la ausencia total de evidencia gráfica en un incidente de esta magnitud, con más de cincuenta niños involucrados, resulta más que sospechosa, es alarmante. ¿Cómo es posible que una supuesta alteración tan grave no haya sido capturada por ninguno de los presentes, si realmente hubo algo fuera de lo normal? Este silencio gráfico, en sí mismo, se convierte en la prueba más contundente de que algo no encaja en la versión oficial.

La credibilidad de la aerolínea se desmorona aún más con el testimonio directo de Damien, un padre que viajaba en el mismo avión con su hija de 3 años, recogido por Le ParisienDamien, quien embarcó antes que el grupo de adolescentes, describe una situación muy distinta a la «conducta altamente disruptiva» que Vueling alega.

«No escuché ningún ruido, ni gritos», testifica Damien a Le Parisien«Durante las consignas de seguridad, Vueling dijo que iban a llamar a la policía por razones de seguridad. Nadie entendió realmente lo que pasaba», añade. Sentado «una decena de filas» delante del grupo, Damien asegura que todos los miembros de la colonia se mantuvieron calmados. «Me esperaba ver a alguien borracho de pie, pero no. Nada», ironiza, subrayando la falta de cualquier altercado.

Este relato directo es crucial porque:

Desmiente la persistencia del «comportamiento disruptivo»: Damien confirma que no hubo ruidos ni gritos, y que el grupo se mantuvo calmado, contradiciendo directamente la idea de una «desobediencia reiterada» o un riesgo continuado para la seguridad. Su posición en el avión («una decena de filas» delante) le permitiría tener una perspectiva clara de lo que ocurría en esa sección.

El hecho de que se anunciara la llamada a la policía por «razones de seguridad» sin que ningún pasajero entendiera lo que estaba ocurriendo, sugiere una desconexión total entre la percepción de la tripulación y la realidad vivida por los demás a bordo.

Mientras tanto, los testimonios de los afectados, como el de la madre Karine Lamy, describen una escena radicalmente distinta, niños que cantaban, que se calmaron al aviso del personal, y que, aun así, fueron desalojados sin explicación clara. El colmo llegó cuando la monitora, una joven de 21 años, fue esposada por la Guardia Civil al negarse, presuntamente, a entregar los teléfonos móviles, precisamente en un intento desesperado por proteger las posibles pruebas de lo ocurrido.

Este flagrante contraste entre la versión institucional, que goza de amplia cobertura mediática, y la absoluta falta de evidencias gráficas, sumado al testimonio presencial de Damien, plantea preguntas cruciales que demandan respuestas y ponen seriamente en duda la transparencia de Vueling:

1. Si el riesgo era real y el comportamiento tan disruptivo, ¿por qué no hay pruebas visuales que lo demuestren? La lógica moderna nos dice que, si ocurrió, alguien lo grabó.

2. ¿Qué se pretendía ocultar al confiscar los móviles de los afectados, incluso antes de que la aerolínea emitiera su «versión oficial»? La acción de esposar a la monitora por proteger esos dispositivos sugiere un intento deliberado de controlar la narrativa.

3. ¿Se está intentando construir una «verdad oficial» para justificar una acción injustificable, quizás motivada por prejuicios, como denuncian los afectados y diversas organizaciones judías?Es fundamental mantener estas dudas en el centro del relato. La versión oficial existe y ya ha sido replicada. Pero sigue carente de la más mínima prueba visual y es desmentida por un testigo imparcial, lo que la convierte en una narrativa construida desde arriba, que choca frontalmente con la experiencia de los afectados y con el clamoroso silencio gráfico. La ausencia de imágenes no solo debilita la postura de Vueling, sino que intensifica la sospecha de que se está manipulando la verdad para encubrir un grave incidente de discriminación antisemita

Artículo publicado en LNE y en Enfoque Judío

Asociación Asturiana de Amigos de Israel
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