Anticapitalismo, antisemitismo y la intifada global: un vínculo preocupante en Washington

Lo que les quitó la vida a Yaron y Sarah fue más que un arma: fue una ideología que distorsiona la justicia convirtiéndola en odio y chivos expiatorios.

Por MICHAEL J. SALAMON , LOUIS LIBIN

El reciente asesinato de dos empleados de la embajada de Israel, Yaron Lischinsky y Sarah Milgrim , en Washington a manos de Elias Rodríguez , un joven de 30 años de Chicago, ha puesto de manifiesto una preocupante intersección de ideologías violentas. 

Se dice que Rodríguez, presuntamente vinculado al Partido para el Socialismo y la Liberación —un grupo radical anticapitalista—, atacó a Yaron y Sarah únicamente por su identidad judía, mientras salían de una conferencia humanitaria centrada en la ayuda a los gazatíes. Este ataque no es solo violencia antisemita; es una clara manifestación del alcance de la intifada global en el corazón de Estados Unidos. 

El movimiento de la intifada global, una creciente ola de ferviente activismo contra las políticas de Israel, se ha fusionado de forma compleja con el anticapitalismo radical. A primera vista, el anticapitalismo y la intifada global podrían parecer distintos: uno critica los sistemas económicos, el otro adopta una postura militante contra las acciones del Estado israelí. 

Pero a menudo se retroalimentan mutuamente, compartiendo una narrativa común que culpa a un grupo pequeño y poderoso del sufrimiento y la injusticia globales. Esta narrativa se basa en teorías conspirativas antisemitas: viejos estereotipos reinterpretados como críticas a los «sionistas», los «globalistas» o los «banqueros». Estos términos sirven como lenguaje codificado que disfraza prejuicios profundamente arraigados, a la vez que otorga al movimiento una apariencia de legitimidad política.

En esta fusión, la intifada global amplifica el antisemitismo bajo la apariencia de resistencia, convirtiendo la oposición política en odio étnico. La retórica del movimiento a menudo traspasa la línea entre la crítica a las políticas de Israel y la demonización del pueblo judío, alimentando peligrosas conspiraciones que evocan mitos antisemitas centenarios sobre el control secreto de las economías, los medios de comunicación y los gobiernos.

Las ideologías tóxicas detrás del ataque terrorista

Cuando tales visiones se fusionan con un anticapitalismo radical, que ya se opone a las percibidas como élites financieras, el resultado es una mezcla volátil que convierte a los individuos judíos en chivos expiatorios como la causa raíz de las crisis globales.

Esta mezcla tóxica se complica aún más por el mal uso que algunos activistas hacen del concepto de interseccionalidad. Originalmente concebido para destacar formas superpuestas de opresión, la interseccionalidad se ha distorsionado en sectores del movimiento global de la intifada para excluir a los judíos del victimismo, presentándolos como opresores. Esta distorsión instrumentaliza un marco diseñado para la justicia, borrando el sufrimiento judío y encubriendo el antisemitismo disfrazado de crítica política.

Lo que hace que este momento sea especialmente peligroso es la normalización de los tropos antisemitas, incluso entre quienes no se identifican abiertamente como antisemitas. En círculos activistas, estas ideas se cuelan en las conversaciones como críticas «legítimas», mientras que las teorías conspirativas ofrecen respuestas simplistas a problemas complejos, culpando al pueblo judío de problemas sistémicos en lugar de afrontar los verdaderos problemas militares, políticos y económicos. 

Este afán de respuestas fáciles y villanos claros es una trampa peligrosa. Ignora la complejidad de los problemas sistémicos y permite que el odio prospere. La cruda realidad es que la violencia en Washington —las muertes de Yaron y Sarah— no surgió de la nada. Es la sangrienta consecuencia de una cosmovisión que deshumaniza al pueblo judío, lo culpa de los males sociales y justifica la violencia bajo el lema de la justicia revolucionaria. 

Sus asesinatos exigen más que silencio. Son una advertencia de que el movimiento global de la intifada, entrelazado con la ideología anticapitalista radical e impulsado por la conspiración antisemita, es una amenaza que debe ser enfrentada frontalmente. Cuando las mentiras odiosas se reciclan como crítica política y activismo, el resultado no es progreso, sino tragedia. 

Lo que les quitó la vida a Yaron y Sarah fue más que un arma: fue una ideología que distorsiona la justicia, transformándola en odio y chivos expiatorios. Si los líderes, la sociedad y los medios de comunicación no denuncian y desmantelan urgentemente esta mezcla tóxica, se perderán más vidas, y el silencio que siga será tan devastador como la propia violencia. 

*Michael J. Salamon, PhD, es psicólogo y consultor estratégico especializado en trauma y abuso. Es director de Servicios Psicológicos ADC en Netanya y Hewlett, Nueva York, y forma parte del equipo de consultoría de Northwell Health, Manhasset, Nueva York. 

*Louis Libin es experto en estrategias e innovación militar, y asesora e imparte docencia sobre innovación militar, sistemas inalámbricos y comunicaciones de emergencia en academias y agencias militares. Es fundador de un grupo consultor en gestión de emergencias, ciberseguridad, propiedad intelectual y comunicaciones. 

https://www.jpost.com/opinion/article-856156

Asociación Asturiana de Amigos de Israel
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